martes, 15 de abril de 2014

Ya casi son 4



Anabella, ya pronto son 4 años desde que naciste.  Cuatro años llenos de la maravilla de verte crecer y hablarte desde la distancia.  Todos los días celebro la forma en que vas en metamorfósis continua sin pestañear mucho.  Me encanta que seas tan independiente y tan a la tuya.  Yo celebro cada vez que te llamo y me dices que no quieres hablar o que no puedes hablar porque estás ocupada viendo una película.  Me parece fascinante que a los 3 años y pico digas las cosas como las piensas, siendo tú sin esperar complacer a nadie.  Guardo todos los voicemails que me dejas en el teléfono cuando no contesto y me muero de la risa cuando los oigo después y me dices: “buuu tití, hola, buuu tití, hola tití” o “yo llamo otra vez” como queriendo decir “de mi no te salvas”.  

Gracias por devolverme las ganas de reir y por maravillarme mientras veo cómo creces y te haces toda una niña girly, más girly de lo que pudieron haber sido alguna vez tu madre y tu tía juntas… porque tienes una fascinación, para mi nueva, con todo lo que sean pulseras, tutús, lazos, lipsticks y carteras.  Debo admitir que cuando me pediste que te trajera a Puerto Rico para que mi amiga te pintara el pelo como Elsa (de Frozen) quedé muerta y corrí a decirle a Eva que ya tenía otra clienta.

El día que naciste nacieron todas las flores de nuevo y te celebré a son de burbujas y a llantén largo y tendido, como tenía que ser.  Ahora te celebro todos los días, celebro tu fascinación por ver cosas nuevas, lo parlanchina que eres a veces, lo terca y mandona que puedes ser en ocasiones, lo cariñosa y tierna, lo fácil que se te hace bailar hasta los anuncios y lo feliz de la vida que me dices que no quieres hablar… porque no me debes nada ni a mi, ni a nadie, tú no eres de nadie que no seas tú misma, y así seguirá siendo.  Nosotros sólo estamos para acompañarte a andar el camino.

Feliz vuelta al Sol,

Te amo,

Tití

lunes, 30 de diciembre de 2013

2014






Se acaba el año y juro que los últimos dos meses se me fueron en cosa de nada.  Este año lo viví, algo que hacía mucho no hacía.  Me atreví a hacer crossfit – contra todos los presagios – y me encantó, terminé lesionada, pero no pierdo la esperanza de regresar (pronto).  Este año me atreví a decidir mi camino y en cosa de nada el amor se me coló por la puerta (si Axel, punto pa’ tí por presentármelo).  Ando feliz.  Ya sé lo que es vivir sin incertidumbre.  Ya no hay frío en el estómago.  Los que me conocen juran que el amor me hizo un makeover.  Yo juraba que esas historias de amores bonitos y abrazos de esos que te hacen flotar no existían hasta que me abrazó por primera vez.  (Soy feliz, así que me puedo permitir una que otra cursilería).  Tenerlo cerca me ha regalado una seguridad que no conocía. 

El amor llegó multiplicado, y ahora tengo un niño con el que veo muñequitos y se recuesta en mi falda para que le “de cariño” y le pase la mano.  Un niño por el que he jugado Minecraft, por el que he desarrollado un ojo de lince cuando veo cosas de Mario (porque le fascinan) y ando planificando nuevas aventuras para cuando lo tenemos con nosotros.   Ahora tengo dos seres a los que amo que algún día tendrán un royal rumble por mi falda.  Anabella vio una foto en la que aparezco con Brandon y muy a la de ella (y a la de nosotras) dijo: “tití es mía” y así dicto su Sentencia si haber escuchado al jurado. 

Roberto también anda compartiendo el amor, porque Anabella lo vio y de la primera lo bautizó como su “tío” y cada vez que hablamos pregunta por él - y la verdad es que él también anda derretido con ella al punto que le hizo su estrella para el árbol de Navidad (versión girly).

Este año ha sido hermoso, no puedo quejarme.  Por primera vez en no sé cuánto tiempo estuvimos los cinco hermanos Carrero bajo un mismo techo - y hay fotos para contarlo, el amor de mi vida se me cruzó en el camino y ahora caminamos juntos, Anabella me ha proclamado como suya a los 4 vientos y Brandon dice que hago el mejor bacon del mundo.


Recibo el 2014 contenta, con ganas de seguir construyendo cosas nuevas, llena de nuevos planes y pelirroja (para no perder la costumbre).

viernes, 6 de septiembre de 2013

Esperanza





Hace años que no toco una esperanza, francamente, en esta ciudad anda como que medio difícil encontrarlas, pero hace poco más de cuatro meses, en la escalera de mi edificio me topé con una.  La dejé tranquila, porque parecía dormida, aunque es probable que me estuviera ignorando.  Mi primer impulso fue rozarla con un dedo a ver si todavía eran como yo las recordaba, pero no me atreví.  Resulta que hace un tiempo la esperanza se me escapó del camino y encontrarme una de frente me dio un poquito de miedo, ya andaba yo con la toalla tirá’ en el piso y sin ganas de nada que tuviera que ver con esperanzas, fueran vivas o puras ideas en mi cabeza.  

Resulta que la vida se desquitó un rato por estos lares y ya me había hecho de la idea de que las esperanzas eran cosas de otros pueblos que no fueran este, de otras casas y otras vidas que no fueran las mías.  Es que la vida me dio todos los golpes que pudo en cosa de nada y me dejó casi tirada en el piso y sin aire… y cuando me levanté lo hice convencida de que no había forma de que yo tratara de nuevo, punto, end of discussion.

Hace meses vi una esperanza, quizás no la toqué por miedo a que me llenara la cabeza de ideas nuevas.  Ahora me luce que me sirvió de presagio, un indicio de lo que se cuajaba frente a mis ojos y yo no lo veía – o no lo quería ver.  Resulta que estoy contenta, que la vida se ha puesto bonita en un pestañear de ojos. Mi casa se ha llenado de un olor nuevo, de conversaciones interminables, comidas y películas a medio ver.  Ando contenta, con susto en el estómago y cosquillas en las caderas, pero contenta.  Mi nevera tiene jugo, cosa que no tomo.  Hay un nuevo cepillo de dientes y otra toalla.  Y yo, que juré que no había forma de que me decidiera a tratar otra vez porque cada vez terminaba más maltrecha, me sorprendí riéndome sola mientras preparaba el desayuno.  Es que se ha puesto bonita la vida de momento y yo ando con miedo a pisar muy fuerte, por si acaso lo estoy soñando.

domingo, 19 de mayo de 2013

Feliz cumpleaños, Anabella



Anabella, mañana cumples 3 años y todavía recuerdo, como si fuera ayer, cuando mami me llamó para decirme que ya habías nacido.  Lloré.  Lloré porque hacía mucho no me sentía tan feliz, porque desde que me enteré de que estabas en trabajo de preproducción nació en mi el amor más genuino y sin sentido que he experimentado en la vida.  Lloré y celebré a son de burbujas tu llegada al mundo y quise declarar el 20 de mayo como día libre en el mundo entero, porque no había sido tan feliz en mucho tiempo.  Tú llegaste a llenar espacios que estaban huecos y solitarios.  Ya ves como es tu tití, que ando llorando mientras te escribo esta carta que algún día leerás.  Resulta, mi niña, que tití necesitaba que nacieras para que todo tuviera propósito.  Ya sé, egoísta de mi parte, pero contigo todo cobró sentido.  Y ya sé, yo sólo soy tu tití… pero para mi es lo más grande y hermoso que me ha pasado en la vida, además, me da el privilegio de tongonearte y consentirte sin que me digan que te estoy malcriando, porque a fin de cuentas, mi trabajo es ese. 

Aunque estamos lejos físicamente, gracias a la tecnología (bendito seas Steve Jobs), he estado presente en tu vida… y reconoces mi voz en el teléfono y me llamas desde el iPad a hablarme en ese Spanglish tuyo tan particular que tiene el poder absoluto de derretirme en 2 segundos.  Me matas de la ternura cuando me cantas La Borinqueña mezclado con En mi Viejo San Juan y ABC, o cuando me haces bailar y jugar con plasticina, o cuando las 8 de la mañana vas hasta mi cama, cuando estoy en tu casa, y me dices: “Buenos días, tití”, o simplemente cuando me llamas desde el iPad y me cuentas que papi está trabajando y que tú estás jugando.  En estos 3 años que llevas dándole la vuelta al Sol tus ojos azules como el cielo se han abierto al mundo y poco a poco se va formando tu caracter, que para desgracia o fortuna de tus padres, se parece mucho al de tu tití

Para ti deseo toda la libertad del mundo, porque las personas grandes, mágicas y musicales como tú lo necesitan.  Te prometo que pondré de mi parte todos los días para que puedas llegar a lugares a los que ni tu mami, ni tití han llegado.  

Gracias, Anabella por ser mi sobrina.  Desde que tú existes, a mi el mundo me parece perfecto. 

Te amo,
tití Lorena

lunes, 6 de mayo de 2013

Felicidad


He sido feliz, bastante.  No que no me hayan pasado cosas tormentosas, a todos nos pasan, pero en resumen, si veo mi vida desde afuera puedo afirmar que si lo he sido y lo soy.  Hay personas para quienes la felicidad se traduce en tener el mejor carro, la mejor casa, el mejor reloj… para mi la felicidad es otra cosa.  La felicidad para mi es tener un día de mierda y encontrame con amigos que me hagan reir tanto que me duelan los cachetes.  Para mi la felicidad tiene nombre de niña, se llama Anabella y cada vez que me llama y me dice “te amo, tití” yo me derrito toda y me dan ganas de comprarle todos los parques de Disney para ella sola.  Para mi la felicidad es que mis amigas se peleen por dónde me voy a quedar porque no tengo luz en mi apartamento y me ofrezcan dormir en su casa, aunque yo sé que sería incómodo.   La felicidad son los quince mensajes de texto de mami cuando no aparezco, todas las fotos que me envía mi hermana que me hacen ser parte de los momentos de mi sobrina, todas las llamadas vía Facetime porque me permiten verla crecer, aunque estoy lejos, las llamadas diarias con Laura, escuchar las canciones de Menudo en mi apartamento, hacer nuevos amigos y tomarme un whiskey de vez en cuando.  Y sí, a veces la felicidad es comer nutella, tomarme un chai, bailar salsa hasta que me duelan las caderas o hacer un brunch para un batallón en mi casa, aunque sólo seamos tres gatos.  Es que a mi me mueven las cosas simples, siempre he sido así.  No soy de llenarme el ojo.  Me derrito con los atardeceres, la música de Sinatra y las cosas sencillas.


Hoy, por ejemplo, mi felicidad se tradujo en salir de mi casa a las dos de la mañana, con un dolor de cabeza insoportable y cara de angustia, después de haberme metido tres veces bajo el chorro de agua fría, a buscar un abanico de baterías a Walmart porque no tengo luz desde el martes, salir toda decepcionada y triste por no haber dado con él, ir a Walgreens a comprar agua y de la nada, allí encontrarlo.  Fue tanta la emoción, que pegué un grito, allí en el medio del pasillo, con mi cara de “necesito un milagro”, y me eché a llorar… ayer mi felicidad fue un abanico de baterías que me regaló cinco horas de sueño y fue hermoso.