viernes, 31 de julio de 2009

Auto-Definida



Tengo 31 años, un disco rayado que duele más de lo que debería doler una cosa tan diminuta, una glándula tiroidea que de vez en cuando se aburre y me juega una trastada y un carro que lavo solamente cuando le toca el cambio de aceite y filtro. No tengo perros, ni gatos, ni peces, ni plantas… se morirían por el abandono. Nací bajo el signo de Virgo. Mi amiga está convencida de que por error nací bajo el signo equivocado. Pasé mucho tiempo, más del que me gustaría reconocer, tratando de buscar algo de mí en el reflejo en el espejo hasta que un día encontré la manera de des-hacerme del yugo que no decidí ponerme, pero que de todas maneras me amarraba. Lloro en el cine, detesto el conformismo y la mediocridad, soy sarcástica, cínica, perfeccionista, regona e irreverente. Bailo sola, hablo rápido y mi habilidad matemática es igual a cero.
Los primeros libros que leí, y de los que tengo memoria clara, fueron las novelas de Agatha Christie. Terminé fascinada con Poirot y sus asuntos cuando tenía 10 años. De ahí en adelante me leía todo lo que encontraba de frente. A los 14 años descubrí que podía escribir y se abrió el mundo a través de mis manos. Terminé escribiendo poesía por encargo en la escuela superior – extremadamente cursi por cierto - pero la cursilería se perdona cuando tienes 14 años y la cabeza llena de musarañas. Ya a los 15 conocí al Gabo… el eterno amor de mi vida. Por su culpa terminé estudiando Literatura, o como muchos han dicho: desempleo. Gracias a esto soy experta poniendo acentos, comas y signos de puntuación y he revisado montañas de trabajos finales que no son para mí.

Si fuera por mí habría sido astronauta, médico, ingeniero, profesora, matemático, chef y 20 cosas más; sin embargo, por cosas del azar fui a parar en una oficina de abogadas como asistente. El día que le dije a una de mis jefas, que ahora es mi hada madrina, que quería estudiar Derecho lo primero que me dijo – y que me sigue diciendo – es que estaba loca. Pasé de una oficina a otra y ahora estoy a punto de terminar el Juris Doctor. Escribo menos de lo que quisiera porque siempre he pensado que no puedo forzar algo que tiene vida propia.