Giró la llave y la puerta se abrió en un quejido. Caminó hasta la cama (como pudo) y dejó caer el cuerpo. Se inclinó. Una lágrima se escapó de su ojo izquierdo y dejó salir un gemido desde su estómago. Evidente. El tiempo estaba contado.
miércoles, 25 de mayo de 2011
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