viernes, 23 de diciembre de 2011

Solidaridad



Dos sábados atrás me fui, junto con amigos y familiares, a las calles de Ponce a recolectar dinero para ayudar a sufragar el costo del tratamiento de mi primo. Andraé, mi primo, anda en Texas dando la batalla campal desde la tercera cuerda en contra de un tumor que anda metido en su cerebro.

La instrucción recibida fue sencilla: camisas blancas y llevar un envase para la recolecta. Guié peleando contra un aguacero desde San Juan a Ponce, pero llegué.

En menos de 10 minutos tuve el cuadro claro: resulta ser que mientras más caro el carro, menos te mira la gente cuando pides… mientras más bolsas de boutique en el asiento trasero, ni siquiera bajan el cristal para decirte que no y cuando llegas casi al punto de la desesperanza viene un tipo en un carrito viejo y saca un peso de su cartera, que quizás era para comprar pan, y te dice “ojalá y esto lo ayude” y a mí, que soy más sentimental de lo que me permito admitir, se me hace un nudo en la garganta y no alcanzo a decir otra cosa que “GRACIAS”, así en mayúsculas, porque por poco me le meto dentro del carro y le doy un abrazo.


viernes, 14 de octubre de 2011

A mi primo, Andraé


Todavía recuerdo el día que naciste y los ojos alegres de tío cuando salió a decir “ya nació”. Yo tenía 14 años y tú unos ojos enormes que siempre me parecieron avellanas. Muchas veces te cuidamos en casa y, como eras el más chiquito, eras nuestro juguete favorito. Nos arrastrábamos por el piso riéndonos cada vez que te enseñábamos a repetir alguna barbaridad. Veinte años después lo confieso porque ya no tengo el riesgo de que tus papás nos estrangulen. Si, la verdad es que tienes un reguero de primos que estamos más locos que cuerdos, pero que te amamos como tú decías cuando eras pequeño, “con el corazón y la vida”.

No se me olvidan las veces que peleabas conmigo como gato boca arriba porque querías ver más televisión y yo decía que no, o cuando querías comer una cosa y yo hacía otra, o las vez que decidí que tenía que cansarlos y los puse a hacer kickboxing conmigo y terminé siendo la prima más cool por eso. Igual cuando le creamos un trauma al payaso en tu cumpleaños número 1, puedes preguntar, todavía nos reímos de todo lo que le hicimos al pobre payaso. De seguro ese día se retiró. Puedo escribir páginas y páginas de historias que tienen que ver contigo y nuestras “aventuras”.

El día antes de tu cumple número 20 mami me llamó para darme la noticia que te (nos) cambió la vida, y te confieso que me quedé fría, me dio dolor de cabeza y estuve sin dormir hasta las 3 de la mañana. Pasé gran parte de la noche despierta tratando de entender lo que no puede entenderse. Tú, que eres tan joven y tan lleno de vida, tú y tus ojos de avellana, tú y un tumor en tu cabeza. No hay forma de entenderlo.

Filipo, hay cosas que no se entienden, cosas como las que te están pasando. Nosotros, tampoco lo podemos, no lo queremos entender. Sé que muchas veces parecemos una unidad entera que se escapó de un hospital siquiátrico, pero estamos aquí para ti, aunque no podamos estar físicamente contigo en este viaje que ahora comienza, estamos siempre contigo. Ya viste ayer el revolú que formamos por teléfono! Estuvimos una hora esperando para poder cantarte feliz cumpleaños! Traté de poner orden, pero ya conoces esta locura de familia que tenemos.

No pienses en la enfermedad como una condena, piensa en la enfermedad como una palabra que no decide quién eres ni lo que harás. Como decía un payaso medio mongo que salía en las noticias antes “sonríele a la vida y no dejes que la vida se ría de ti”. Eres joven, fuerte y valiente… no te rindas, que nosotros tampoco vamos a rendirnos.

Te amamos “con el corazón y la vida”,

Lorena y todos tus prim@s


martes, 16 de agosto de 2011

Tango





Liberada
entre tus manos
que se escurren
(por mi cuello)
y se pierden
(resueltas)
entre mi pecho
(y mis costillas)
de imprevisto,
Así como tú
-Llegas-
sin prisa
(…sin pausa)
a marcar
(con un beso)
encendido
tu ritmo
en mis caderas.
Tiemblo,
cuando tu boca
astuta y
(de-li-cio-sa)
se desliza
(sigilosa)
en el laberinto
de mis piernas.

martes, 9 de agosto de 2011

La Lupe




La primera vez que escuché a la Lupe lloré. Quizás fue una mezcla de hormonas y un reguero de malos momentos. “La Tirana” sonaba en la radio, y yo me bebía las lágrimas como Magdalena mientras esperaba el cambio de luz en el semáforo. Es que es de esa música única que se te mete por las venas, te jamaquea el cuerpo, te eriza todos los pelos y te da ganas de quitarte los zapatos y tirarlos contra el piso. Seguramente por eso ella misma lo hacía, porque su música era más grande y más fuerte que ella misma. Era como si tuviera un huracán atrapado en el centro del cuerpo que se le escapaba por ratos en sus canciones.

Me gusta pensar que de cierta manera nos parecemos… soy así, como su música, media tormentosa. No sé querer, pensar, vivir de otra manera que no sea por completo. Por eso cada vez que escucho “Teatro” me dan ganas de tomarme un trago despacito y cerrar los ojos mientras se me hacen 20 nudos en la garganta.

jueves, 2 de junio de 2011

Calle - Microcuento



“Murió baleado esta tarde en la calle Pachín Marín”. Así rezaba el titular que anunciaba el tiro certero que le arrebató la vida. La música sonaba en las bocinas del carro mientras levantaban su cadaver. 25 años, el pecho lleno de huecos y una vida (estrenada) acabada de terminar.

1 Año



La luz de mis ojos tiene nombre de niña y mide poco más de 20 pulgadas. Cuando mi hermana me contó que iba a ser titi le compré unos zapatos de calaveras (que no le sirvieron hasta que tuvo un año) y en ese momento decidí que se iba a parecer a mi (así, toda egoista y sin tomar en cuenta la genética) y por ahora he tenido éxito, si le pones un libro y un juguete al frente, se va con el libro.

Su mamá le toma fotos casi todos los días para enviármelas y cuando no lo hace le monto una garata por teléfono. Si tengo suerte me envían un video. Porque soy su titi y ella vive en Orlando y yo en Puerto Rico, y la distancia me atropella las ganas de consentirla.

Cuando Anabella nació lloré como Magdalena, desde lejos, porque la reválida no me permitió estar cerca. Celebré su nacimiento tomándome una botella de champagne yo sola, porque a la gente grande se le celebra por todo lo alto y a son de burbujas.

La conocí personalmente a sus 4 meses de nacida y desde ahí nos hicimos cómplices. Ya Anabella tiene un año y a mi el tiempo se me pasó volando. Ya camina, "habla" y hace de las suyas. Anabella es la única persona que me puede llamar para "gritarme", lo único que dice – si tengo suerte – es “bye bye titi” y yo quedo acá del otro lado hecha mantequilla. Porque Anabella es mágica y genio; y me mira por el “Facetime” del teléfono (bendito seas Steve Jobs) y yo me derrito y le quiero comprar todos los parques de Disney y regalárselos porque si, porque soy su titi y ella me alegra los días.


miércoles, 1 de junio de 2011

(Entre)Líneas



En las noches,
si-gi-lo-sa
ando

/Es/

/Con/

/Di/

/D/

/a/

En el en-tre--lí-neas
de tu boca.


domingo, 6 de marzo de 2011

Sylvestre


Los recuerdos más claros que tengo de mi abuelo tienen un sabor amargo. En el 1987 mi abuelo Sylvestre, inscrito con tres nombres diferentes, con 16 hijos a cuestas y un reguero de nietos, se desgastaba a cuentagotas en una cama gracias a un cáncer que se lo comía por dentro, y yo, que sólo tenía 9 años y no conocía el mundo más allá, aprendí de una enfermera, que de seguro estaba loca, a ponerle la alimentación por vena a través de una máquina y me hice cargo hasta el último día. Y me hice grande a la brava, dormía en el piso para tenerlo cerca, y recuerdo las veces que se quejaba y escupía una sustancia marrón que hedía y yo me lo aguantaba decidida, porque había que hacerlo.

Todavía recuerdo el día que tío Noel nos levantó a mi hermana y a mí para decirnos que mi abuelo se había muerto. No lloré. No se vale ser egoísta cuando la gente que uno quiere se hace pedazos.

Ahora tengo 33 años y todavía tengo frescas en la mente todas las veces que mi abuelo me buscaba a la escuela y me agarraba de la mano, y yo me sentía grande al lado suyo, porque él era así, gigante.

Todavía hay momentos en que lo siento cerca, porque un amor como el suyo no reconoce límites, y ando convencida de que siempre anda dándome la vuelta (para halarme la oreja cuando ande en riesgo de meter la pata).



miércoles, 16 de febrero de 2011

Foreplay



Quiero morder
la curva
(silenciosa)
que se
esconde
entre
tu cuello
y mis labios
mientras
me cuentas
(entre suspiros)
de ciencia
y de poesía.

Hard Copy




Ideas

atrapadas

que sólo

se liberan

al (sublime)

contacto

de tu mano.