jueves, 5 de noviembre de 2009

Libre albedrío


Elijo,
quebrarme los pies mientras camino,
tropezarme
y de cuando en cuando,
sentir un nudo en el centro del pecho
a vivir en un mundo cuadriculado y perfecto
en el que sin duda
quedaría extinta...
estrangulada
en el artificio
de otras manos
sin
ser
yo.


Wake-Up Call



La luz se abre paso
y se asoma
a unos párpados
agotados
de tanto
vacío…

...la venda
para unos ojos
a--b--i--e--r--t--o--s
que se desbordan
ya
no es
posible.

lunes, 3 de agosto de 2009

Cursed



Porque las mentiras
que
se
e-s-c-a-p-a-n
si……..gi….lo…..sa………………..s
de tu boca
TODAS
saben a verdad.

viernes, 31 de julio de 2009

Auto-Definida



Tengo 31 años, un disco rayado que duele más de lo que debería doler una cosa tan diminuta, una glándula tiroidea que de vez en cuando se aburre y me juega una trastada y un carro que lavo solamente cuando le toca el cambio de aceite y filtro. No tengo perros, ni gatos, ni peces, ni plantas… se morirían por el abandono. Nací bajo el signo de Virgo. Mi amiga está convencida de que por error nací bajo el signo equivocado. Pasé mucho tiempo, más del que me gustaría reconocer, tratando de buscar algo de mí en el reflejo en el espejo hasta que un día encontré la manera de des-hacerme del yugo que no decidí ponerme, pero que de todas maneras me amarraba. Lloro en el cine, detesto el conformismo y la mediocridad, soy sarcástica, cínica, perfeccionista, regona e irreverente. Bailo sola, hablo rápido y mi habilidad matemática es igual a cero.
Los primeros libros que leí, y de los que tengo memoria clara, fueron las novelas de Agatha Christie. Terminé fascinada con Poirot y sus asuntos cuando tenía 10 años. De ahí en adelante me leía todo lo que encontraba de frente. A los 14 años descubrí que podía escribir y se abrió el mundo a través de mis manos. Terminé escribiendo poesía por encargo en la escuela superior – extremadamente cursi por cierto - pero la cursilería se perdona cuando tienes 14 años y la cabeza llena de musarañas. Ya a los 15 conocí al Gabo… el eterno amor de mi vida. Por su culpa terminé estudiando Literatura, o como muchos han dicho: desempleo. Gracias a esto soy experta poniendo acentos, comas y signos de puntuación y he revisado montañas de trabajos finales que no son para mí.

Si fuera por mí habría sido astronauta, médico, ingeniero, profesora, matemático, chef y 20 cosas más; sin embargo, por cosas del azar fui a parar en una oficina de abogadas como asistente. El día que le dije a una de mis jefas, que ahora es mi hada madrina, que quería estudiar Derecho lo primero que me dijo – y que me sigue diciendo – es que estaba loca. Pasé de una oficina a otra y ahora estoy a punto de terminar el Juris Doctor. Escribo menos de lo que quisiera porque siempre he pensado que no puedo forzar algo que tiene vida propia.

viernes, 15 de mayo de 2009

De regreso


Pasé muchas vidas
para llegar a esta,
tracé surcos,
subí montañas,
y crucé
de regreso,
te busque en mis momentos,
en los abrazos,
en los instantes que se le escapan a la suerte
y surgen de lo improvisto.

Sin saber quien eras
te miré a los ojos
y me regalaste la certeza
de que te veré
en la próxima
y podré reconocer
tu abrazo.



sábado, 18 de abril de 2009


Tu aliento se desliza en espirales
que se escurren y se esparcen
desde tu beso
a mi ombligo
en un segundo.

Sin nombre




Tú y yo no cabemos en un momento,
tampoco tenemos nombre
el nombre limita,
cohíbe,
coacciona.

Tú y yo somos plumas
que se mecen
en la brisa,
en la música,
en tu sueño
y en el mío.
Tú me bailas en los labios
y tiene sabor a ti todo lo que tocas.
Tú ocupas el espacio,
el vacío,
el enigma.

Y cuando nada existe,
cuando acabamos la pausa
y creamos el tiempo,
cuando muero
y resucito
entre tus dedos,
tus palabras se mezclan con mis ganas
y desaparezco.

martes, 31 de marzo de 2009

Re-encarnada


De todas las vidas
escogí esta
para re-vivir
tu abrazo.


domingo, 1 de marzo de 2009

Le petite mort


Tempestad subterránea
en el fuego invisible
de tus manos
que me
a rr as tr an
a la curva abrazada
del precipicio.




jueves, 12 de febrero de 2009

20 horas de trabajo

Hundida en mares
de papeles,
con la musa ahogada
entre puntos suspensivos.




jueves, 5 de febrero de 2009

Nocturno




El silencio de la noche perfora mis entrañas
Las sombras de tu aroma me acechan,
El calor de tus manos deja surcos en mi pecho
y d es O rDE nA mis sentidos.
Una gota de sudor se
d s i a
e l z
por
mi
e
s
p
a
l
d
a.

Descubro tu aliento en mi cuello…
Tu beso inconfundible…
entonces,
me rindo.



martes, 3 de febrero de 2009

Mutis





Tu silencio es golpe
que agrieta
mis cimientos.

lunes, 2 de febrero de 2009

Piva




En el mundo indígena, el día de la Candelaria marca el inicio de un proceso de purificación. Por eso no se me hace difícil relacionarla con el día de su nacimiento. El día de la Candelaria de 1920 nació mi abuela, Doña Esther Cordovés Medina. Mami Esther para los nietos como yo, Piva para mi abuelo. De entrada desde sus apellidos los ancestros árabes se le salían por las venas. Claramente, de algún lado tuve que sacar yo la fascinación por la España árabe y la cultura que mucha gente se empeña en degradar.


Mi abuela era una mujer menuda. No alcanzaba los cinco pies de estatura. Sin embargo, trajo dieciséis hijos al mundo. De ella aprendí a cocinar mirando, y nunca logré entender como repetía todos los días el milagro del pan y los peces en la cocina de mi casa. Tenía magia en los dedos, de cualquier cosa lograba alimentar a los hijos propios, los amigos de los hijos, los vecinos y todo al que apareciera por la casa a la hora de la comida o a la hora del café.


Después de ella, nadie más me ha vuelto a llamar Lorenza. De vez en cuando me sorprendía dándome a leer un libro que no tenía nada que ver con lo que yo pensaba de ella. De ella leí mi primer libro sobre viajes astrales, el hilo de plata, el tercer ojo y la reencarnación. Un día me dijo que siempre me encontraba tropiezos porque mi energía vibraba demasiado y había gente a mi alrededor a quienes eso le molestaba.


Mami Esther bailaba sola, principalmente si era Bob Marley, bordaba como una diosa y tenía los ojos pequeñitos como ella. Era una maestra en remedios caseros y en la costura. Siempre tuvo fe ciega en su familia, pero muchas veces la vi llorar por causa de la ausencia de algunos.


Cuando ingresó al hospital yo estaba lejos de mi casa. Mi mamá me mantenía al tanto de cómo iban transcurriendo las cosas por teléfono. La última vez que la vi viva fui desde San Juan a Ponce para verla en el hospital. Le llevé un helado y un yogurt, porque eso era lo que ella quería. Antes de irme, porque tenía que trabajar al otro día, ella me tomó las manos un rato y se sonrió. Después de ese día las cosas fueron empeorando y nunca más la quise ver. Mi abuela no era un cuerpo lleno de tubos y máquinas, sino una mujer llena de energía y fuerza.


Ya han pasado unos cuantos años desde su partida y a veces me juega una que otra trastada para recordarme que todavía anda dándome la vuelta. La he visto en sueños tres veces. También se le coló en los sueños a Javier para decirle que me cuidara y a su mamá para regalarle los números ganadores de la lotería. Hace menos de un año, y en circunstancias nada particulares, la vi meterse en el que era su cuarto. Pueden pensar que estoy desajustada, pero pasé demasiados años cerca de ella como para no reconocer el color de sus piernas y sus huellas en la cocina – el freezer estaba abierto.

sábado, 31 de enero de 2009

La espera




Algún día en cualquier parte,
en cualquier lugar
indefectiblemente te encontrarás a ti mismo,
y ésa, sólo ésa,
puede ser la más feliz
o la más amarga de tus horas.

Pablo Neruda




No hacían falta explicaciones para entender lo que sucedía en aquella sala. Los bips de las máquinas se dejaban escuchar a través de las paredes azules, frías. Sillas grises. Aire denso. Imperturbable. Casi podía cortarse a tiras con el filo de un bisturí. El silencio solo era interrumpido por las pocas veces que nos atrevíamos a respirar. La humedad se te metía por dentro, hurgando poco a poco hasta llegar a los huesos. Penetrante. Las paredes estaban marcadas por las huellas de todos los que alguna vez habían estado allí.


Sentado frente a mí, un joven. Me fijé en él porque se agarraba el rostro con fuerza y lloraba. Con toda seguridad la misma razón nos había encontrado. Movía su cabeza con coraje como si se negara a creer lo que sucedía. Su cara estaba roja. Las lágrimas le inundaban las mejillas. No le importaba mi presencia. Agonizaba. Yo miraba como se rompía por dentro. Sentía el nudo que tenía en el pecho. Cada vez apretaba más.


La puerta se abría de vez en cuando y los bip, bip, bip se hacían más fuertes. Se escapaba por momentos el sonido de los compresores al unísono. Mis ojos impacientes trataban de ver por el espacio que se abría en un segundo. Medidores de presión artificial que no paraban. Suplicio que corría por venas al compás de un motor. Cablería enterrada en cuerpos ya indiferentes. Sombras reposadas sobre camillas. Sufrimiento colectivo mitigado por drogas alucinantes.


No crucé ni una palabra con él. ¿Qué iba a decirle? Que la vida es así. Que la voluntad de Dios es inevitable. Nadie quiere escuchar eso en momentos como este.


Lo miraba. A veces se agarraba la cabeza entre las manos y la apretaba como si quisiera explotarla. Luego se levantaba. Caminaba hacia la ventana y se quedaba un rato con la mirada perdida. Después volvía a su silla y se quedaba en silencio. Inmóvil.


Según pasaba el tiempo su ánimo decaía más. Y yo decaía con él. Era inevitable. A cada minuto su cuerpo parecía más pequeño. Sus ojos gritaban en silencio buscando una respuesta inexistente.


Todavía no era la hora. Entonces, se abrió la puerta y una mujer vestida de blanco salió como un celaje a buscarlo. Él se levantó. Sus piernas se movían como si cada una pesara mucho más que un cuerpo inerte. Ya no se podía hacer nada. Caminó hasta la puerta y me miró. Entonces tuve la certeza de que la próxima vez la noticia sería para mí.

viernes, 23 de enero de 2009

En emergencia


Desde ayer tengo el alma atravesada en la garganta. No por mí, sino por alguien a quien, inexplicablemente, y en un parpadear de ojos, quiero con locura. He sentido ganas de llorar, pero no he podido, lo que me confirma algo que vengo pensando hace ya algún tiempo, estudiar Derecho te endurece por dentro de algún modo, que aunque tengas una laguna detrás de los ojos, casi nunca lloras. Mi amiga anda nublada, con un huracán metido entre cabeza y pies. Una tempestad que se deleita haciéndola pedazos mientras ella intenta permanecer viva haciéndole frente. Yo quisiera regalarle el Sol que tengo ante mis ojos, porque sé que no lo ve. Declararla en estado de emergencia y ayudarla a remendar las heridas que deja la debacle a su paso. Decirle que, aunque parezca que no, todo pasa, que vayamos juntas y le rompamos la madre al insensato que le ha quebrado la vida y los sueños en una fracción de segundo. Porque una mujer como ella tiene una constelación de estrellas en los ojos cada vez que sonríe, aunque no tenga ganas, y su habilidad de hablar sin pausa enloquece a cualquiera, aunque no la conozca. Que se ría y que llore y que haga lo que quiera hasta que por fin vomite todo el dolor que puede tener adentro, para que entonces, a pesar de los remiendos, pueda dejar de ver la nube que se ha cruzado frente a sus pupilas.

Manifiesto


Para escribir es mejor estar nublado. La felicidad es un arma fácil para rayar en la cursilería.

jueves, 22 de enero de 2009


Sucede que a veces
tengo una nube gris entre las manos,
se me escapa el momento...
y pasa el día,
y yo no paso,
Y quedo inerte,
con las manos atadas,
metida en el último silencio
que sostiene mi cabeza.

Sucede que en ocasiones
me canso de ser…
me diluyo,
goteo,
y me evaporo…
entonces,
puedo reinventarme.