viernes, 28 de mayo de 2010

Verde


Para empezar con el pie derecho y sin tapujos… A menos que vaya para un baile, o algo por el estilo, nunca escojo mi ropa el día antes. Llámese vagancia, despiste, falta de interés… no lo hago. Nunca recuerdo la ropa que usé la semana anterior y no cambio de cartera. Siempre me ha parecido que son cosas que no tienen importancia. Perdón por la divagación, es que estuve una semana pensando en esto.

Hace un poco más de una semana (quizás un poco más) me puse una blusa roja para el trabajo.¿El criterio para seleccionarla? Fácil, no hay que plancharla. Puede que no parezca un criterio de peso, pero para una persona que trabaja, estudia a tiempo completo y duerme (necesitando dormir más) unas 5 horas por día ese es un factor decisivo.

Entre los ajoros del trabajo todo transcurrió dentro de la ‘normalidad’ de siempre. Normalidad entre comillas porque generalmente mis días de trabajo ‘normales’ me obligan a disfrazarme de mago y a sacar una varita mágica (de donde no la tengo) para darle forma a peticiones cuasi imposibles de personas que están convencidas de que, entre mi oficina y el piso siguiente, tengo un piso intermedio lleno de gnomos trabajando para mí. Pero esos son otros 20 pesos.

A media mañana me vi de frente con dos personas a quienes quiero muchísimo y que gracias al Universo trabajan conmigo. Nos vimos y no pudimos evitar la carcajada… la una de verde, la otra de azul y yo de rojo. Nada de esto fue lo que me dejó con una idea dando tumbos en la cabeza. Lo que si me dejó pensando fue que alguien me vio y me dijo “tú no, tú eres verde”. Y de momento fue como si pegara un frenazo en plena autopista con el carro a 90 millas por hora. La conozco hace unos 5 años y medio, hasta dónde recuerdo, siempre que he ido a votar, he entrado sola a la urna y nunca he votado por un partido íntegro… Aclaro que no me molestó el asunto de que me pusieran el sello ‘verde’, realmente me tiene sin cuidado, lo que me estuvo particular es que ese sello me ponen porque me he atrevido a asumir posturas, aunque a algunos no le resulten simpáticas; por ejemplo, mi apoyo a la huelga de los estudiantes de la IUPI.

Si creer en la Justicia y la igualdad en nuestro país, aunque suene idealista, es ser verde… lo soy y también puedo ser amarilla, roja, naranja o violeta.

“El miedo es una camisa de fuerza” y yo siempre he sido medio claustrofóbica.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Carta abierta a mi sobrina, Anabella



Anabella, faltan horas para que nazcas y ya titi, desde Puertorro, se hace un mar de lágrimas. Se que todos esperábamos que nacieras unos cuantos días atrás, pero no pasó… mi explicación fue simple “mi sobrina es solidaria, está amarrada a la matriz de su madre y no se va a soltar hasta que se acabe la huelga o hasta que la saquen”. Esas cosas nos pasan a los idealistas. A tu mami le gustó la idea, y seguramente a tu papá también. Deja que conozcas a tu titi… aunque estoy convencida de que ya me conoces. Me convencí el día en que estaba frente a tu mami y te hablé a través de la barriga y te dije “muévete” y tú, sin ningún reparo te moviste. Ya me luce que seremos cómplices.

Te cuento que hoy he terminado una gran etapa en mi vida. Hoy tomé mi último examen, y la verdad, porque a tí no puedo mentirte, es que todavía no lo he internalizado. Seguramente mañana saldré corriendo despavorida desde mi trabajo para tratar de llegar a la Facultad. Es que mi carro, que tiene mente propia, ya está acostumbrado, y se que me va a costar muchísimo trabajo hacerlo entender que ya se terminó la jornada… al menos esta etapa, porque el aprendizaje nunca termina.

Esta noche en que converso contigo, aunque aún no has nacido, sueño con que te enamores de la vida, que descubras el Quijote y lo tomes de estandarte. Seguramente no será fácil, pero allí estaré yo, detrás de tí para sostenerte. Esta vida a la que en un ratito llegas no es fácil, pero tampoco es difícil, así que olvidate del miedo… de los cobardes nunca se ha escrito nada. Lo importante es vivirla teniendo como norte la igualdad y la justicia… porque, aunque muchos se empeñen en negarlo, somos iguales.

Estás a horas de nacer, y tu titi vive con un nudo permanente en la garganta al ver que su país, el país que quiere para tí, se hace añicos. Se me ocurre que es mejor que no hayas nacido todavía… lo mejor fue que no vieras las barbaridades que han sucedido en estos días. Pero no te preocupes, yo me encargaré de hacer lo imposible para que cuando andes en edades que te permitan expresarte y tomar decisiones, tengas todo el apoyo del mundo.

Quiero que seas libre, que en tu mundo no haya miedo para que expresarte, que se despierte en tí la necesidad de adquirir conocimiento todos los días… y ¿por qué no? Que tengas los pantalones bien puestos, que seas sentimental, que seas firme en tus principios y que creas firmemente en la igualdad y en que nuestro país es cosa de todos.

Hoy brindo por tí, porque tu vida sea la mejor vida que pueda tener una mujer que nace en este siglo… porque tus ojos puedan ver el mundo, porque puedas llegar a lugares que ni tu mami ni tu titi han llegado. Brindo porque seas feliz, porque seas curiosa, porque tengas entre ceja y ceja, tal y como nosotras, la necesidad de decir lo que piensas, aunque eso equivalga a estar en contra de todos. Yo brindo por tí, y por nosotras, porque vienes de una generación de mujeres que no han tenido miedo… y seguramente, tú tampoco lo tendrás.

lunes, 17 de mayo de 2010

24 horas después


En la madrugada del domingo, al filo de la una y pico, sentí que estaba sentada encima de una lavadora… pero no, porque a fin de cuentas, no tengo… temblaba la tierra. Y tembló como no temblaba hace mucho, mucho más de lo que llevo yo de existencia por estos lares según me cuentan. Horas más tarde, las iglesias estaban tan atestadas de gente que parecía que se iban a salir por las ventanas y las puertas. Y a mí, que me confieso ferviente creyente en el Ser supremo, se me hace bastante fácil pensar que es muy sencillo vestirse bonito, montarse en un carro y llegar a una iglesia a “arrepentirse” (por si acaso) y al otro día del arrepentimiento ni me acuerdo y que cojan a los estudiantes y los saquen a macanazos… vaya usted a saber qué arrepentimiento es ese.

En la mañana del lunes me siento en el recibidor de una agencia federal a esperar para entregar un trabajo a mi profesora. A mi lado se sienta un funcionario que intenta, sin muchas ganas ni éxito, traducir una lista de términos técnico-legales para un caso (de asesinato) del Inglés al Español y concluye que no hay forma de traducir “a mustache in the face” porque es ridículo, total ¿en dónde más puede haber un bigote? Llega una traductora, más contenta que un perro con dos rabos, porque consiguió un autógrafo de Rubén Blades de carambola mientras esperaba por un caso allá en la Chardón. No muy lejos un agente federal no le ve la lógica a una orden de un tribunal que impide que se le brinde agua y comida a unos estudiantes en huelga; razonamiento con el que todo el mundo, sin excepción, en ese recibidor, está de acuerdo. Escucho de otro que el gobernador de mi país le huye a los estudiantes, que fueron acompañados de reporteros de CNN a hablarle porque “no estaba preparado” para hablar con ellos y a todos nos invade un sabor amargo en la boca.

24 horas después del temblor me reafirmo en que no hay nada nuevo, que no hay diferencia entre unos y otros, que no hay argumentos para perpetrar el marasmo en el que estamos sumidos. Que al final, nuestro país es nuestro, y los problemas que tenemos no son de unos o de otros, son de todos. O remamos todos para el mismo lado o nos hundimos hasta la coronilla. Yo por mi parte, de ahora en adelante andaré con una careta en mi cartera. Últimamente solo veo kamikazes poniendo tácticas de avestruz en acción y me niego a ahogarme por algo que no valga el sacrificio.

domingo, 16 de mayo de 2010

DES-obediente



Hoy estuve de rodillas en un lugar que jamás me imaginé. Hoy, en plena avenida Ponce de León, en el corazón de Río Piedras, rodeada de un mar de personas… una masa de personas totalmente diferente, pero iguales. Atletas, políticos, profesores, niños, artistas, líderes sindicales, líderes religiosos, ex-alumnos, retirados… Allí, en plena avenida, debajo del Sol, con las manos en la calle, escuchando como el Padre Pedro oraba por los estudiantes, lloré. Lloré yo y lloramos todos. Allí, al son de cánticos entonados por pastores y sacerdotes, todos unidos, echándose el brazo, pensé que si Jesús estuviese caminando por las calles hoy, seguramente hubiese estado allí, de rodillas, a pleno sol, haciendo cadenas humanas para pasar comida a través de una verja, en clara desobediencia a un papel que dice que no se puede.

Hoy fui testigo de milagros, y aquellos a los que un documento dice que no pueden alimentarse, pasaron sobre la verja una bolsa, llena de mangóes, y allí pastores y sacerdotes la recibieron y los repartieron y milagrosamente los que no pueden ser alimentados nos alimentaban. Hoy ví a Doña Gladys, llena de orgullo, hablando de su hijo Albert, y con ella lloré, y lloramos todos mientras él le acariciaba las manos a través de la verja diciéndole que él estaba bien.

No es necesario ser estudiante de la Universidad de Puerto Rico para que se te retuerza el corazón de vergüenza y de dolor. Lo único necesario es tener dos dedos de frente, un poco de decencia y un tanto de sentido de humanidad. Los Tribunales podrán emitir mil órdenes diciendo que a los estudiantes no se les puede dar ni agua ni comida… mil veces seré desobediente.

viernes, 14 de mayo de 2010

¡Solidaria!



Foto del Señor Luis Torres, padre del estudiante de la Facultad de Educación del mismo nombre, quien fue agredido en la mañana de hoy a manos de la policía cuando intentó llevarle comida a su hijo.

Hoy me he levantado a son de un llanto que no se me quita y con la cabeza retumbando. He buscado miles de remedios y nada funciona. Y es que tengo un dolor atravesado en el mismo medio del pecho, como si en un momento de descuido alguien se hubiese entretenido enterrándome agujas de adentro para afuera. Escuché las noticias y me dieron náuseas y me llené de vergüenza.

Veo fotos y me retuerzo y lloro como si fuera yo misma la que sangra. Todavía estoy tratando de entender ¿qué de ilegal tiene el que un padre quiera llevarle comida a su hijo? Pero la verdad es que no hay nada que entender, porque es absurdo, porque es ridículo, porque es abusivo... Yo no soy madre, pero soy ser humano, y hay asuntos básicos de humanidad y de civismo. No me cabe en la cabeza el que se agreda de la manera más burda a un padre, al punto de dejarlo sangrando, porque se niega a permitir que su hijo pase hambre. No, no puedo callarme. No puedo ser cómplice del atropeyo. No puedo esquivar mis ojos ante la brutalidad cometida.

Ser neutral, bajar la vista y seguir de largo es tanto o más vergonzoso. Los estudiantes ratificaron ayer, mediante el ejercicio de la democracia, y en un proceso totalmente avalado y pagado por la administración universitaria, su deseo de permanecer en huelga. El que no fue, consintió, tácitamente la decisión que allí se tomó. Admitir un reclamo en contrario sería lo mismo que decir que el gobernador de turno ostenta tal puesto de manera ilegal, porque no todos los electores inscritos acudieron a las elecciones.

Los sindicatos anuncian un paro nacional, la clase artística se une solidaria… ¡el pueblo reclama! Ya es hora de que escuchen.

Gabo querido, para mi vergüenza, comparado con Puerto Rico, Macondo se quedó corto.

jueves, 13 de mayo de 2010

Des-MORAL-izados


Cuando puse un pie en la escalera de camino al segundo piso lo percibí en el aire. Allí había algo más… algo inmenso, casi profano, algo grande y descompuesto. Ni siquiera intenté ponerle nombre definido. Era como si la desesperación se hubiese condensado en el aire y sin ninguna consideración nos ahogara. Se veía en la entrelínea de las caras de la gente, se asomaba en gris de las paredes y en las grietas en el pasamano.

Eramos todos en una oficina… una oficina con dos funcionarios para atender más de 50 personas. Y allí quedamos, encapsulados en un recibidor que se sentía más pequeño de lo que quizás es. Escuchando las mismas historias, de protagonistas distintos, pero siempre las mismas historias mágico-realistas. Pasaban las horas y los relojes no se movían porque decidieron ser solidarios con la desgracia que les rodea. Hay empleados con cara de pocos amigos y ojos llenos de incertidumbre. Y los ves como caminan cargando su infortunio a cuestas y no queda más remedio que esperar. Sentarte y esperar… esperar a que llegue tu turno en la lista, esperar a que traten de encontrar un expediente, esperar para que te digan que no aparece, esperar para que te miren con un aire de victoria en los ojos y te digan que vas a tener que irte.

Y de pronto no cabe un alma, y hablamos como si fueramos familia. Alguien sugiere una fiesta y hay intercambio de sonrisas. Pasan una caja de donas – con documentos encima – que vino de un caballero encorbatado que espera en el pasillo y para quien la fila y hacer turno son ideas inaceptables. Y yo, que siempre he sido amiga de las causas difíciles, entiendo por un momento, que quizás algo dulce no viene mal el día que te enteras que te acabas de quedar sin trabajo, pero que tienes que quedarte un mes más prolongando la tortura.

Al final del día, 7 horas después, somos las mismas personas de la mañana, pero diferentes. Y ya no nos importa esperar, ahora nos felicitamos como si recibiéramos el año nuevo cada vez que alguno de nosotros logra conseguir el documento que necesita. Y nos reimos y compartimos teléfonos y direcciones de correo electrónico como si no pasara nada.

Lo increíble es que si pasa, pasa algo terrible y todavía hay quienes no quieren darse cuenta.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Mayo - Río Piedras




Abro los ojos

al compás de un helicóptero

que da vueltas

muy cerca…

(demasiado cerca).

Me corre el miedo

(por las venas)

se anuda

(la vida)

en mi pecho

y pienso

en los que luchan

y recuerdo a Antonia

y se amarra mi garganta

Y le oro a todos los dioses,

y a todos los santos,

y a todos los ángeles

que se me ocurren,

(a quienes se les pide

AUXILIO

en momentos de emergencia)

y pido

con la fe más ciega (que me queda)

que por favor

no pase nada.