lunes, 29 de abril de 2013

Picor




Se ha ido el hormigueo,
-no queda nada-
desapareció de mis dedos,
-y mi espalda-
y con él, 
el ardor
-y su rastro-
Porque todas las heridas,
todos los dolores,
todos los tatuajes,
todos los golpes,
sanan,
sanan y PICAN,
pican desde adentro,
pican hasta afuera,
ta-la-dran,
como un mar de hormigas,
-furiosas-
que corren aceleradas
-por las venas-
con coraje,
y pica,
pica hasta el delirio,
pica hasta la locura,
pica hasta el desespero,
pero al final
sana,
sana 
y una se hace nueva.

lunes, 22 de abril de 2013

Laura








Hay personas que llegan a tu vida para cambiarla, siempre he estado convencida de eso, y yo tengo muchos amigos que han cambiado la mía (no se me encuernen, que los adoro y lo saben), pero últimamente hay una que me ha cambiado los días.  A mi amiga la conocí cuando empecé a estudiar Derecho.  Las dos éramos, y seguimos siendo, dos alborotosas dentro de un mar de gente bastante aburrida.  Una vez empezamos a hablar hicimos “click” y de ahí en adelante siempre andamos enyuntás’.  Laura se ha convertido en parte de mi familia y por eso cena en mi casa en Acción de Gracias, Nochebuena y Navidad y anda metida en cuanto revolú me invento.  Laura conoce a mi familia, mami la adora y mi sobrina la llama por su nombre, aunque antes le decía “Yuya”.  Cuando Laura se va de viaje siempre me trae algo del país que visita y no lo digo por interés, sino porque ayer fue a mi casa y se dio cuenta de que las cosas que ella me ha traído están allí y se puso contenta.  Igual, cuando yo me voy de viaje le traigo cositas.  Es que Laura es así gigante, aunque sea bajita, y yo celebro todos los días que la tengo en mi vida, porque es así toda fabulosa.  En los últimos cuatro meses Laura ha sido vital para mi cordura, me ha escuchado en mis peores y en mis mejores momentos, nos hemos reído juntas como dos bobas y también hemos llorado.  Laura y yo hablamos, mínimo dos veces al día, todos los días, sin faltar uno, y cuando una de las dos no aparece la otra se vuelve loca texteando hasta que la fugitiva da señales de vida y es a son de “jelou! Explícame!” y nos damos explicaciones y todo sigue como si nada, porque Laura se ha convertido en mi hermana (nos falta pelear por el maquillaje y los cepillos).  Yo le digo a cada rato que un día nos vamos a reír de nuestras tragedias actuales y las dos nos reímos como dos locas diciendo que sí, que así va a ser, que un día vamos a estar sentadas riéndonos como dos anormales por nuestras complicaciones actuales, que un día nos parecerán puras bobadas, porque “esto tiene que cambiar” (chiste interno) y cambiará.  Y yo agradezco todos los días, sin dejar uno solo, que Laura forme parte de mi vida, porque es chispeante y divertida y todos los días me da razones para seguir.  Te quiero, condená!

lunes, 15 de abril de 2013

80tosa


Crecí en los 80.  Con la vida llena de colores neón, pelos encrespados a fuerza de toneladas de spray, leggins, tshirts, gafas, hombreras y la mejor música de todos los tiempos.  Crecí viendo “The Goonies”,  bailando “Girls just wanna have fun”, cantando las canciones de Madonna y pensando que mi casa era un escenario.  Jugué en la calle, me caí mil veces, corrí detrás de mis primos y bailé las canciones de Menudo y de Los Chicos en la sala de mi casa.  Crecí en los 80 y no sé lo que es el Ritalín, aunque de seguro tengo ADD, estoy casi convencida, para mi bastaba una mirada terrorífica de mami para que yo quedara quieta y en cintura en -3 segundos.   Crecí en los 80 y mis vecinos eran parte de mi familia.  Las fiestas en mi casa eran casi fiestas de la calle porque venía el primo, del vecino, del amigo de la casa de al lado y al final era un rumbón en el que había gente de todas partes.  Crecí en los 80 y corría bicicleta por la calle (nada de eso de “bicijangueo”) traté los patines, pero resultó ser un desastre termonuclear tamaño monumental que nunca volveré a repetir (lo pienso y me vuelven a doler las coyunturas).  Crecí escuchando salsa y rock por culpa de mis tíos y terminé cocola/rockera e irremediablemente musical.  Crecí en los 80 sin saber lo que era el miedo a salir a la calle a jugar, conociendo a todos mis vecinos,  jugando en sus casas y queriéndolos como si fueran parte de mi familia.  Crecí en los 80 y brincaba jugando Mario en el Nintendo.  Brincaba y pegaba gritos como si fuera yo misma a caerme por el precipicio cuando Mario no agarraba a coger el chavao’ elevador.  Crecí en los tiempos más fabulosos y me da penita que mi sobrina crezca en los tiempos en los que los niños ya casi no juegan en la calle (aunque me alegra que ya no nos hagamos la ola en el pelo... de esa se salvó).

jueves, 4 de abril de 2013

Baloncesto

Soy fanática del baloncesto. No, no de la NBA, lo siento. La NBA nunca me ha gustado, y nunca he entendido ese afán por los Lakers o por Jordan.  Ok, whatever.  Sue me! Yo me enamoré del Baloncesto Superior Nacional cuando Julio Toro dirigía el equipo de Ponce y se ponía rojo como un tomate al gritarle a los jugadores: "¡un hijo se hace en tres segundos, puñeta!" cuando el juego estaba a ley de 3 minutos para terminarse y Ponce iba perdiendo por 6 puntos; cuando los del público, incluyéndome, coreábamos: "Dieeeego, Dieeeeego" para que entraran a Diego Meléndez al juego a repartir burronazos. Yo era feliz cada vez que veía a Churumba en su silla gritando y levantando los brazos como yo lo hacía. Desde mi silla, si estaba en el Pachin Vicéns, peleaba con los árbitros y de cuando en cuando me unía a los que gritaban: "árbitro, cuchillero".  Lo sé, soy ponceña, y ese orgullo que me corría por las venas cuando Ponce ganaba un campeonato no tenía precio. Y sí, lo confieso, también tenía un crush con Charlie Lanauze.  Vamos, que yo era teenager y todas teníamos un crush con algún jugador a esa edad.

Cuando no podía ir al juego lo veía desde la sala de mi casa, con los mismos gritos y la misma emoción. A veces escuchaba el juego por radio, y al día de hoy, todavía recuerdo los anuncios... “No cometa falta, use Right Guard”  Ese talento sobrenatural de narrar al momento los juegos siempre me ha volado la cabeza.  Vea un juego sin un buen narrador y después me cuenta.

Yo era feliz en los juegos, arbitraba desde mi silla, pegaba gritos y brincaba como una loca cuando mi equipo ganaba.  Había algo de la adrenalina y orgullo mezclado con un tanto de amor.
Ir a ver un juego era toda una experiencia.  Casi siempre iba con mis primos y mi hermana y salíamos de allí eufóricos.  El martes, después de muchos años, voy a ver un juego de baloncesto, en vivo y a todo color.  Leones v. Cangrejeros.  Esta ponceña que vive en San Juan va directo a la boca del lobo.  La verdad es que ando toda emocionada y ya quiero que sea martes.  Voy con mis amigas y no les voy a decir que me creo árbitro desde la silla y que canto las jugadas y grito y me paro y brinco y me emociono.  A mí me gusta el baloncesto, aunque mi espalda diga que no.