Luego de haberme graduado de la Facultad de
Humanidades de la IUPI, por cosas de la vida terminé trabajando en la oficina
de dos abogadas que, o tuvieron mucha fe en mí, o sencillamente me vieron la
desesperación en la cara… yo necesitaba un trabajo y ellas me lo dieron. Nunca llegaré a agradecerle suficiente por
ello. Allí se me prendió en el sistema
la vena jurídica, como digo yo, y aunque ya había empezado la maestría en
Estudios Hispánicos, di un cambio radical y terminé aplicando para la Facultad
de Derecho. Fue ahí que me cambió la vida.
Estudiando Derecho conocí personas
espectaculares que, más que amigos, se han convertido en mi familia. ¡Hasta tenemos un bufete! Claro, sin registrar, ni oficina, ni nada,
pero tenemos un bufete desde el primer semestre de estar estudiando en la
Facultad. Creo que es la primera vez que
escribo algo con intención de publicarlo que cuenta la historia de mi familia
jurídica. La Vaca Interventora, PSC… ese
es nuestro bufete y de cuando en cuando pensamos cómo podemos hacer de ese
nombre un nombre que suene a firma de abogados para cuando finalmente todos nos
asociemos y decidamos abrir LA oficina.
Yo sé que en un futuro - quiera Dios no muy lejano – haremos algo
juntos. Nuestro ganado – porque así nos
llamamos – está compuesto de abogados que no parecen abogados… jangueamos en
chinchorros, somos cocolos, unos cuantos cantamos y nos queremos infinitamente. Basta que uno diga que está pasando algo para
que todo el mundo se desborde de amor y cariño.
Del bufete yo soy “La Presi”, como me bautizaron ellos, porque de alguna
manera, me ha tocado la feliz tarea de mantener el ganado unido. No me quejo.
Me encanta darle amor a esos 13 seres que se preocupan por mí, me
tongonean, me dan abrazos infinitos, me envían mensajes tan grandes para mí
como “estoy contigo, te quiero”, me invitan a un chinchorro, me pagan un whiskey
y me preguntan si estoy bien, gente que me invita a beber champagne a la orilla
de la playa para apoyarme en mi divorcio, gente que me dice “amiga, te ves
hermosa”, gente que me da espacio para llorar y que de la nada me llaman para decirme
que se puede, gente que se mantiene on call las 24 horas por si necesito algo,
gente que hace un hueco en su agenda, que de por si es cargada, para almorzar
conmigo porque les preocupo. Son ellos
los que hicieron mi camino en la Facultad mucho más llevadero. Son ellos los que ahora hacen que todo sea
más sencillo, porque el amor que me dan es tanto, que es otra cosa. Gracias a ellos mantengo los pies en la
tierra, no se me han subido los humos y mantengo la fe en mi trabajo. Gracias a ellos todos los días soy más fuerte
y me rio más, gracias a ellos sigo creyendo que podemos, así en inclusivo,
hacer la diferencia… porque somos abogados, que no parecemos abogados, somos
gente humana que mantiene los pies firmes en el suelo y podemos ver más allá
de lo que dicen los libros. Por eso,
cada vez que termino un caso y mi cliente me abraza y me da las gracias, en mi
cabeza recuerdo a mis 13 compinches, porque gracias a ellos estoy donde estoy y eso nunca lo voy a olvidar.
A ustedes mi abrazo, ¡Gracias totales!
La Presi