Amo el sonido de los abanicos. Sí. Esos de pedestal que
suenan a brisa forzada. Quizás mi amor por ellos empezó en los días en que
tenía que quedarme a dormir en casa de mi papá cuando era pequeña. No sé bien
qué edad tenía. La verdad es que los recuerdos de ese tiempo son difusos. El
asunto es que el único sonido con el que lograba "distraerme" para
poder dormir era ese. Me imaginaba los giros de las aspas y me
"hipnotizaba" hasta perder la conciencia.
Ahora
a los 35 años intentar dormir en un lugar sin ruido se me hace imposible.
Cuando viajo a la casa de mi hermana duermo con audífonos escuchando una mala
imitación de un abanico electrónico.
Ahora en mi nuevo apartamento hay un extractor constante del que estoy
enamorada, porque me quiebra todos los silencios y me hace compañía.
Sin
algo que me interrumpa los silencios ensordecedores, no sé manejarme. No sé si
es fobia al silencio o que simplemente nunca he logrado poner mi mente en
blanco, y en los silencios, la voz en mi cabeza se escucha de forma más fuerte.
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