
Soy fanática del baloncesto.
No, no de la NBA, lo siento. La NBA nunca me ha gustado, y nunca he entendido
ese afán por los Lakers o por Jordan. Ok,
whatever. Sue me! Yo me enamoré del Baloncesto Superior Nacional cuando Julio Toro dirigía el
equipo de Ponce y se ponía rojo como un tomate al gritarle a los jugadores:
"¡un hijo se hace en tres segundos, puñeta!" cuando el juego estaba a
ley de 3 minutos para terminarse y Ponce iba perdiendo por 6 puntos; cuando los
del público, incluyéndome, coreábamos: "Dieeeego, Dieeeeego" para que
entraran a Diego Meléndez al juego a repartir burronazos. Yo era feliz cada vez
que veía a Churumba en su silla gritando y levantando los brazos como yo lo hacía.
Desde mi silla, si estaba en el Pachin Vicéns, peleaba con los árbitros y de
cuando en cuando me unía a los que gritaban: "árbitro, cuchillero". Lo sé, soy ponceña, y ese orgullo que me corría
por las venas cuando Ponce ganaba un campeonato no tenía precio. Y sí, lo
confieso, también tenía un crush con Charlie Lanauze. Vamos, que yo era teenager y todas teníamos un
crush con algún jugador a esa edad.
Cuando no podía ir al juego lo veía desde la sala de mi casa, con los mismos
gritos y la misma emoción. A veces escuchaba el juego por radio, y al día de
hoy, todavía recuerdo los anuncios... “No cometa falta, use Right Guard” Ese talento sobrenatural de narrar al momento
los juegos siempre me ha volado la cabeza.
Vea un juego sin un buen narrador y después me cuenta.
Yo era feliz en los juegos, arbitraba desde mi silla, pegaba gritos y brincaba
como una loca cuando mi equipo ganaba.
Había algo de la adrenalina y orgullo mezclado con un tanto de amor.
Ir a ver un juego era toda una experiencia. Casi siempre iba con mis primos y mi hermana
y salíamos de allí eufóricos. El martes,
después de muchos años, voy a ver un juego de baloncesto, en vivo y a todo
color. Leones v. Cangrejeros. Esta ponceña que vive en San Juan va directo
a la boca del lobo. La verdad es que
ando toda emocionada y ya quiero que sea martes. Voy con mis amigas y no les voy a decir que me
creo árbitro desde la silla y que canto las jugadas y grito y me paro y brinco
y me emociono. A mí me gusta el
baloncesto, aunque mi espalda diga que no.